Debido a la noticia de Nicanor,
dejé pendiente el segundo fragmento de Diario de una buena vecina que quería compartir. Se trata de uno de los fragmentos más emotivos del libro
y en el que su protagonista, Jana, logra profundizar en el sentido que tuvo su casual
encuentro con Maudie.
Diario de una buena
vecina (fragmento II)
No puedo imaginarme que en alguna de las casas que conozco
en este momento se pudiese instalar a Maudie, porque todos trabajamos tanto,
tenemos tantas responsabilidades; nuestras vidas están reducidas a lo que
podemos meter dentro, nos limitamos a arreglárnoslas y no más.
Lo que pienso cuando me encuentro aquí, sosteniendo la mano
de Maudie, es que debería estar en una familia numerosa y cariñosa, que fuera
como una red de goma que se puede estirar por aquí o por allá para encajarla a
ella, pero esta es una tontería. También me digo que se merecía ser una niña
inteligentemente querida por sus inteligentes padres y que su madre no tenía
que morir cuando ella tenía quince años, y que tenía el derecho de haber sido una persona feliz, sana, próspera
durante toda su vida. Cuando digo lo que ella tenía derecho a tener,
ella, una anciana, que va a morir, es algo que elimina apuros, sufimiento,
injusticia, dolor.... niega, en pocas palabras, a la condición humana.