García Márquez, cómo no, también incursionó en el cuento corto. En La muerte en Samarra entrega una magistral clase de cómo, a través de un argumento sencillo, se pueden encadenar dos acontecimientos sin perder la atención del lector ni la linealidad de la estructura narrativa, la que finalmente debe entregar el efecto deseado. Todo un ejemplo proveniente directamente del “taller” de Gabo.
La muerte en Samarra
El criado llega aterrorizado a casa de su amo.
—Señor –dice– he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
—Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor se encuentra a la Muerte en el mercado.
—Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza –dice.
—No era de amenaza –responde la Muerte– sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde tengo que recogerlo allá.
Gabriel García Márquez: Cómo se cuenta un cuento: Taller de guión. Bogota: Voluntad, 1995.
Juguemos, amigo Lector, a la intertextualidad ambigua y a buscar un leitmotiv común. Para tal juego te propongo un romance medieval, del que se desconoce a ciencia cierta su autoría, pero que habría podido salir de la pluma de Juan del Encina según afirman muchos estudiosos. El Romance del Enamorado y la Muerte es el texto que me ha venido a la cabeza en cuanto he acabado de leer La muerte en Samarra. Hacía tiempo que no me paseaba por la literatura hispánica, y me ha venido bien refrescar mi caprichosa memoria con tan -a mi entender- hermosos y melancólicos versos:
ResponderEliminarEl Enamorado y la Muerte
Un sueño soñaba anoche
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca
muy más que la nieve fría.
-¿Por dónde has entrado, amor?
¿Como has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
-No soy el amor, amante;
la Muerte que Dios te envía.
-¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
-Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy deprisa se calzaba,
más deprisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
-¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña!
-¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
-Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería.
-Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía:
-Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.
Y aquí una versión cantada (y ligeramente modificada en algunos de sus versos) por Joaquín Díaz, uno de los musicólogos folcloristas más reconocidos de España: http://www.youtube.com/watch?v=-JaZdAwcRRE
Sin duda, el tema de la muerte es uno de los leitmotiv más recurrentes de la lírica, especialmente cuando está ligado al amor. Esa congujación de Eros y Tánatos tensionada desde distintos ángulos, observada desde diversos prismas. Ejemplos, miles. Una respuesta: la de Poe. En el post correspondiente a "Annabel Lee", comentaba que para Poe, la muerte del ser amado, es un motivo que permite apelar al tema más elevado que, a su juicio, debía tratar la poesía para lograr su efecto: la melancolía.
ResponderEliminarBusco "Los sonetos de la muerte" de Gabriela Mistral. Seguimos leyendo.
Es interesante también observar -según creo- el determinismo que irradian ambos textos. La muerte, lo único seguro a lo que se enfrenta el ser humano, se las ingenia de mil maneras para zafarse de todo intento humano por evitarla.
ResponderEliminarEsto me recuerda a la supersticiosa creencia de que cada quién tiene señalados su hora y su día. Las Parcas cortando el hilo sin que nada ni nadie, ni humano ni divino, puedan intermediar para prorrogar nuestra estancia en la vida.
Y aquí llega Camus, que nos dice en El extranjero que nada importa el hecho en sí de que a uno lo hayan condenado a muerte. La muerte, de todos modos, está ahí. Ya estamos muertos -o al menos predestinados a estarlo- desde la misma concepción en el vientre materno, y una condena a la pena capital simplemente otorga oficialidad y prestancia judicial al acto de la defunción.
Y por este mismo camino, a poco que uno sea ligeramente sarcástico y mire la vida con cierta ironía desengañada, llegamos al -a mi entender, muy saludable- humor negro.
Es un cuento breve y extraordinario. Gabo recoge en pocas palabras, cargado de un intenso humor negro, el sentido inequivoco de la muerte, queriendo significar que no podemos escapar de ella, aunque huyamos de Samarra.
ResponderEliminarClaro Fernando, muy de acuerdo contigo. También es importante lo que tú haces notar acerca de la estructura del relato. Este cuento es uno de los ejemplos que el mismo García Márquez utiliza para ejemplificar cómo debe construirse un buen relato. No se trata solo de "hacer caminar" a los personajes o contar una historia compleja y etraordinaria; sino que una pieza importante es la secuencia de los hechos y, especialmente, la tensión, el suspenso; eso que atrapa al lector y lo lleva hasta la última palabra.
ResponderEliminarbno a mi me gusta ya que es corto
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