Lo que siempre me ha llamado la atención de la poesía de Óscar Castro es su dominio de la métrica y, como en esa rigurosidad, era capaz de tocar diferentes temas, sencillos y nostálgicos; y todo por medio de un lenguaje cotidiano y cercano. Oración para que no me olvides es un claro ejemplo de lo anterior. Lo he leído en muchas ocasiones, en diferentes estados de ánimo, a distintas horas del día, y me es inevitable no sentir ese sentimiento de melancolía que expresa cada verso. De hecho, siempre recuerdo con especial cariño la segunda estrofa de este poema: aún me veo recitándola mientras miró el cielo estrellado desde mi patio, recordando el rostro de mi querida S* cuando todavía éramos unos distantes amigos...
Volver a hacer sentir o provocar la reminiscencia de un momento es algo que muy pocos poetas y escritores logran: crear un determinado efecto, una esencia, que se vuelve inseparable a cada palabra y que revive en cada lectura, y que vuelve a hacer que el lector viva la misma experiencia, una y otra vez, sin importar la cantidad de veces que se haya leído el poema, el cuento o el fragmento.
Oración para que no me olvides
Yo me pondré a vivir en cada rosa
y en cada lirio que tus ojos miren
y en todo trino cantaré tu nombre
para que no me olvides.
Si contemplas llorando las estrellas
y se te llena el alma de imposible,
es que mi soledad viene a besarte
para que no me olvides.
Yo pintaré de rosa el horizonte
y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.
Si dormida caminas dulcemente
por un mundo de diáfanos jardines,
piensa en mi corazón que por ti sueña,
para que no me olvides.
Y si una tarde, en un altar lejano,
de otra mano cogida, te bendicen,
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo
¡Para que no me olvides!
Óscar Castro: Rocío en el trébol. Santiago de Chile: Nacimiento, 1950.
No hay comentarios:
Publicar un comentario